Resistencias

La enfermedad de Lyme y sus coinfecciones no son simples enemigos biológicos: son organismos vivos que, al igual que tú, luchan por sobrevivir.

Su objetivo no es “atacarte” por maldad, sino cumplir con lo que toda forma de vida busca desde el inicio de los tiempos: alimentarse y reproducirse.

Pero lo hacen con una inteligencia biológica sorprendente. Adaptan sus estrategias según el medio, mutan, se esconden y, en muchos casos, resisten incluso los tratamientos más agresivos. Y aquí es donde comienza la verdadera batalla.


Resistencia a los antibióticos

Aunque la bacteria causante de la enfermedad de Lyme (Borrelia burgdorferi) no desarrolla resistencia a los antibióticos en su forma activa, puede transformarse en formas persistentes (como la forma redonda o quística) para sobrevivir al ataque de estos medicamentos. Además, el biofilm actúa como una capa protectora, y la bacteria puede habitar en forma intracelular, viviendo dentro de células del cuerpo como las del tejido conectivo, la piel, las articulaciones, así como en células del sistema inmunitario, células endoteliales, células gliales y neuronas.

Otras coinfecciones, como Babesia y Bartonella, han mostrado resistencias más claras a ciertos antibióticos, lo que complica aún más el abordaje terapéutico.

En el caso de Bartonella, una infección bacteriana intracelular, puede permanecer en un estado de bajo metabolismo dentro de células endoteliales, glóbulos rojos y células del sistema inmunitario. Por otro lado, Babesia, que es un protozoo, no responde a los antibióticos, por lo que es necesario el uso de antiparasitarios. Este parásito vive dentro de los glóbulos rojos.

Por eso, con frecuencia se requiere el uso combinado de distintos antibióticos, antiparasitarios y otros tratamientos para intentar eliminar estas infecciones, en lugar de utilizar solo un antibiótico en los estadios crónicos de la enfermedad.


Resistencia a las hierbas antimicrobianas

Aunque es menos común que con los antibióticos, también puede desarrollarse cierto grado de tolerancia o adaptación a los compuestos activos de algunas plantas medicinales, especialmente si se utilizan durante períodos prolongados o en dosis bajas.

Borrelia puede adoptar formas persistentes que resisten tanto a fármacos como a tratamientos herbales. Coinfecciones como Bartonella o Mycoplasma también muestran capacidad de adaptación frente a fitocompuestos.

En el caso de Babesia, puede presentar cierta resistencia a las hierbas antimicrobianas, sobre todo al compuesto artemisinina, por lo que se recomienda usarlo con pausas y en combinación con otras hierbas, como Cryptolepis. La Artemisia annua (planta entera) generaría menor resistencia, ya que contiene otros componentes que actúan sinérgicamente contra los parásitos.

Se recomienda utilizar las hierbas de forma rotativa, combinada y siempre bajo supervisión profesional, evitando depender de una sola planta durante períodos prolongados.


Resistencia a las terapias oxidativas

Hasta ahora, no se ha documentado una resistencia real al ozono ni a otras terapias oxidativas o el dióxido de cloro, al menos no como ocurre con antibióticos o hierbas.

Aun así, las bacterias pueden activar defensas como:

  • Sistemas antioxidantes internos (como catalasa o superóxido dismutasa)
  • Formación de biofilms, que actúan como barreras físicas
  • Adopción de formas persistentes que toleran entornos hostiles
  • Localización intracelular donde es más dificil que lleguen este tipo de terapias

Aunque no se trata de una resistencia genética directa, sí pueden limitar la eficacia del tratamiento si no se aplican correctamente o sin un enfoque integral.


Resistencia a las frecuencias electromagnéticas (FEM)

Las bacterias no desarrollan resistencia clásica a las frecuencias electromagnéticas, ya que estas no actúan sobre un blanco molecular específico como lo hacen los antibióticos. Sin embargo, su efectividad puede variar según varios factores:

  • Frecuencia inadecuada o mal calibrada
  • Biofilms que ofrecen protección
  • Carga infecciosa elevada que requiere protocolos más intensos
  • Estado inmunológico o inflamatorio del paciente

Podría existir cierta tolerancia si el estímulo es débil o repetitivo, pero no hay evidencia de mutación bacteriana que permita evadir por completo este tipo de terapias.

Las frecuencias electromagnéticas tienen un potencial prometedor como complemento en el tratamiento de la enfermedad de Lyme crónica, especialmente en el manejo de síntomas y el apoyo regenerativo. Actualmente, no las considero un tratamiento curativo por sí solas, pero sí las veo como una técnica muy prometedora para un futuro cercano, gracias a los avances tecnológicos y la introducción de la inteligencia artificial, que puede aumentar su precisión y permitir el desarrollo de protocolos más personalizados mediante el intercambio de datos.


Resistencia al cambio

No te lo esperabas…

Esta parte es más personal y, sin duda, más compleja.

En mi minilibro «Lyme, la enfermedad cronificada en el tiempo» que te regalo al suscribirte a mi Newsletter, ya te hablo del círculo social que rodea a quienes viven con Lyme, incluyendo a la familia y la pareja.

Aunque a veces no lo percibamos, el entorno también puede enfermar. Las creencias limitantes, la presión social o incluso el miedo a decepcionar a quienes nos rodean pueden convertirse en obstáculos que frenan tu avance.

Muchas personas permanecen en el mismo trabajo o en los mismos círculos sociales porque ahí se sienten seguros. Pero el cambio duele. Y, a veces, tomar el camino hacia la evolución personal implica enfrentar ese dolor y dar un salto hacia lo desconocido.


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