Conexión intestino- cerebro. ¿Cómo es posible si están tan lejos?

Muchos hablan que lo que comemos influye en nuestras emociones y al contrario, lo que pensamos lo reflejamos en nuestros intestinos. ¿No te has preguntado nunca cómo es posible?

Recuerdo esa primera cena con el amor de mi vida que casi no pudimos comer nada, y a su vez queríamos comernos el mundo. Y por otro lado también recuerdo esos brotes incesables de colitis ulcerosa en los que no quería ver a nadie, quería esconderme de ella y de ese mundo que queríamos conquistar.

¿Cómo era posible esos cambios de estado de un día para otro si la situación personal era prácticamente parecida? ¿Por qué puede cambiar la digestión de una persona por los acontecimientos percibidos o al contrario, por qué pueden cambiar la percepción de los acontecimientos dependiendo de la ingesta de alimentos o estado intestinal en ese momento?

Principalmente hay dos conexiones directas entre el cerebro y el intestino:

El nervio vago

Es el nervio más largo del cuerpo humano el cual se compone de más de 80.000 fibras nerviosas, las cuales salen del cráneo, bajan y recorren gran parte del organismo y se distribuye por los diferentes órganos, incluido el intestino.

El 80 % de la información recogida en esos órganos, como lo que pasa en nuestro proceso digestivo, es enviado hacia el cerebro, y también pasa en sentido contrario, el 20 % de las órdenes del cerebro irán hacia esos órganos.

Un estudio muy interesante realizado en ratones el año 2011 (Bravo JA et al; Ingestion of Lactobacillus strain regulates emocional behavior and central GABA receptor expression in a mouse via the vagus nerve. PNAS 2011 Sep 20; 108 (38): 16050-5), el cual dividieron a dos grupos de ratones. Al primer grupo le aportaron en su dieta habitual suplementación con probióticos, y en el segundo grupo siguieron esa misma dieta sin suplementación de esos probióticos.

El resultado después de 6 semanas nos muestra claramente la influencia y mejora del neurotransmisor GABA en el grupo de ratones que consumieron probióticos, disminuyendo el estrés en comparación con el grupo que no los consumieron.

Pero lo más interesante no fue esto, lo más curioso ocurrió cuando hicieron exactamente el mismo estudio añadiendo otro grupo de ratones aportando también el consumo de probióticos, pero esta vez cortándoles a este grupo el nervio vago. Dando como resultado la nula mejoría de la respuesta ante el estrés, y no influyó tampoco para nada el neurotransmisor GABA.

Pobres ratones, pero grandes respuestas

Eso nos puede dar una idea el por qué algunos médicos especialistas en medicina digestiva, utilizan inicialmente medicamentos antidepresivos para tratar patologías intestinales como la enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa, a pesar de que el paciente no padece directamente una afectación psicológica o psiquiátrica. Y también el caso contrario, el por qué a través de la mejora de la flora intestinal, mejorando la dieta y/o aportando probióticos/ prebióticos, puede mejorar el estado psicológico de una persona.

Hormonal

El cerebro a través de las hormonas, enzimas y neurotransmisores, necesita tener control de todo lo que pasa en el intestino. Y a su vez el intestino actúa como un escudo de protección para el cerebro, ayudando y evitando que se introduzcan de sustancias no deseadas al organismo desde el exterior. ¡Son un buen equipo!

Por otra parte, hay muchas enzimas, receptores y otras sustancias, que son comunes en el intestino y en el cerebro. Lo que les influya a unas, les puede influir a las otras que se encuentran en el otro órgano.

Por ejemplo, tenemos a los receptores de la molécula histamina 1 que los encontramos en los intestinos, y los receptores de la histamina 2 y 3 que se encuentran en el cerebro. Por lo que, lo que las personas con intolerancia a la histamina, les puede afectar a los dos órganos al mismo tiempo, a los intestinos y al cerebro.

También tenemos a las enzimas transglutaminasas que se encuentran en muchos tejidos de nuestro organismo. Los anticuerpos a las transglutaminasas 2 se analizan en casos de celiaquía, las transglutaminasas 1, 3 y 5 se encuentran en la piel, y las transglutaminasas 6 se encuentran en el cerebro. Elevados niveles de estas enzimas también se suelen encontrar en enfermedades neurodegenerativas como Huntingtons y Parkinson.

Por otro lado, el 95 % de la conocida hormona de la felicidad, la serotonina se encuentra en los intestinos. La falta de ésta, está relacionada directamente con la depresión clínica y se suele tratan a base de medicamentos antidepresivos SSRI, que actúan efectivizando la serotonina de la que disponemos.

Mejorará nuestro estado psicológico ya que la medicación efectivizará la disponibilidad de la serotonina a nivel cerebral, pero nos podrá influenciar negativamente a nuestra flora, ya que no tendremos suficientemente serotonina a nivel intestinal.

El cuerpo humano es como una manguera, si abres la llave para que salga el agua, aunque intentes pararla para que no salga, se deformará la manguera rompiéndose o creando otros problemas. La única solución efectiva a largo plazo es cerrar la llave y/o dejar que el agua salga.

Ahora podemos entender mejor por qué la mayoría de personas diagnosticadas con autismo tienen problemas intestinales y en la piel, personas con esquizofrenia mejoran con una dieta libre de gluten y productos lácteos. O la razón por la cual el 90 % de las personas que padecen de colon irritable tienen un diagnóstico psicológico o psiquiátrico en su historial clínico.

Por lo tanto, pienso que hay suficientes motivos y más que no conocemos, para pensar que la conexión entre el intestino-cerebro es una realidad, y también por supuesto esta relación con los demás órganos del cuerpo, entre otros seres vivos, otros organismos y si vamos más allá, con el universo…

Una parte solo, no lo es todo. Al final todo es todo.

La mejora definitiva no vendrá solamente cambiando una parte del proceso, vendrá cambiándolo todo, creando un equilibrio en tu organismo, obteniendo la paz, sirviendo de ejemplo a los demás, y estabilizando así un mundo entero.

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